Habrá próxima vez

Cuando estás roto tienes la sensación de que nada de lo que hagas te va a ayudar, aunque eso no es cierto, claro… En mi caso me quiebro siempre que alguien a quien quiero no me quiere o deja de quererme… Es una puñeta, pero he acabado por generar un trauma bastante jodido en torno a este asunto, tanto que he decidico por fin asistir a un especialista para que me ayude a superar ciertos problemas que he desarrollado en paralelo, como crisis de ansiedad y algo que he tenido que buscar en internet (en realidad lo descubrí buscando «ansiedad» y «dolor de pecho»), una dolencia muy jodida que se llama «tanatofobia», es decir, de golpe me da un pánico horrible la idea de morir… Creo que es algo así.

Y me duele el pecho, como si tuviera agujetas en los músculos del corazón… Menuda mierda. Por si fuera poco, últimamente tengo miedo a quedarme dormido. No es somnifobia (no pienso que me vaya a pasar nada mientras duermo, como morirme o asfixiarme) simplemente me asusta ese paso entre la consciencia y la inconsciencia… Son cosas a las que nunca le había dado importancia, las achacaba al estrés. Quiero aclarar que no tengo estrés laboral -suerte tengo de tener trabajo, aunque esa es otra histroria- sino estrés por puro miedo a quedarme solo. O eso creo.

El caso es que soy consciente de todas estas ideas tóxicas que necesito exorcizar. Que una tía no me quiera no puede hacer que me hunda tanto en la miseria. Lo que me gustaría es poder separar la razón de la reacción. Porque yo sé que una ruptura no es el puto fin del mundo. Las cosas se tambalean un poco, pero con algo de tiempo todo vuelve a su sitio, con ligeras diferencias, pero vuelve. Sin embargo las reacciones escapan a mi control. Se me empieza a cerrar la garganta, siento que me falta el aire, es como si estuviera encerrado en mí mismo y no pudiera gritar… Y asumo que voy a estar jodido un tiempo. Y sencillamente espero. La curva, una vez que no puedes caer más bajo, empezará a subir en algún momento. Cierro los ojos deseando que ese tiempo sea amable conmigo, que no me torture con recuerdos del tiempo compartido, con la terrible añoranza del calor de su cuerpo, con imágenes de momentos buenos y malos. Ruego a mi cerebro para que no me traicione y me deje pasar mi duelo sin hacerme un daño innecesario… Ahora mismo estoy llorando, me duele la garganta, y me doy tanta pena que al mismo tiempo me dan ganas de darme de ostias a mí mismo. Por qué… Si al final es mejor así, es mejor estar solo que mal acompañado, ¿no?

Sí, claro. El corazón es así de amable. Así de mal educado. Debo reconocer que tal vez el origen de todo está en mis padres (hala, tenía que salir). Ahora lo veo claro, arrastro ese lastre sin haberlo sabido detectar hasta ahora. Pero aún sabiéndolo soy incapaz de frenar el dolor. El dolor de no querer cambiar las sábanas porque aún huelen a ella (mira que soy guarro). El dolor de mirar el teléfono y resistir con todas mis fuerzas las ganas de llamarla… El dolor de saber que no me quiere y que le doy pena… El enorme vacío que ha dejado… Es todo una mierda.

Me gustaría pensar que cuando esto pase será la última vez… Pero no, amigos, eso no es verdad, porque no es la primera vez que me ocurre y, sencillamente, estoy hasta los cojones. Me dirán que la vida es así, que hay que asumirlo y que, por otro lado, el amor es maravilloso. Claro que sí. Lo sé. No piensen que no soy capaz de ver lo bella que es la vida. Soy capaz de abstraerme de esta situación concreta y ver las cosas desde otra perspectiva, una más global, y puedo ver la suerte que tengo y todo lo que nos ofrece este mundo. Y ahí está la clave.

¿Cómo carajo, sabiéndolo, siendo consciente, no consigo quitarme del alma este cuchillo de cocina? Siento como si caminara con él clavado desde la espalda… Cuando me subo en el ascensor tengo que entrar con cuidado porque el jodío es más grande que el receptáculo. A veces en vez de un enorme cuchillo de los que manejaba Rambo tengo la sensación de que es una enorme flecha, con plumas y todo. Con esa ni puedo entrar al ascensor. Es mi forma de sentir que hay algo que no encaja, que estoy en fase de reconstrucción… Digo yo.

Ese es el dolor de fondo (como un ruido constante que uno puede sobrellevar). Lo peor son los golpes repentinos. Cuando me viene a la cabeza algún recuerdo. Eso son puñaladas fugaces, pero bestiales. Y respiro hondo, y me digo que tengo mucha suerte por haber tenido esas experiencias (y mi otro yo me dice «y un cojón»). Así vamos, mis múltiples yoes, el que dice que mejor así porque estar con alguien que no te quiere desgasta mucho; el que la echa de menos a morir porque ella tiene todo lo que me gusta de una chica; el que la odia porque es la única forma de empezar a eliminarla de mi memoria inmediata. Y el que se resigna al dolor y ruega para que pase, si no pronto, al menos con el menor número de «víctimas» posible. Y hay otro: el que ha decidido ir a un psicólogo para que le dé consejo. No vamos a arreglar el mundo de mis emociones, pero al menos vamos a intentar comprenderlo mejor.

Para estar mejor preparado la próxima vez.
Porque amigos, ahora lo sé: habrá próxima vez.

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P.D.: No me escriban dándome ánimos, que esto es un cuento. Si les ha gustado y conocen a alguien en una situación semejante… denle ánimos a él/ella. Sentir dolor también es señal de estar vivos. Al menos nos queda ese consuelo… y si hay próxima vez será porque en medio, en algún momento, nos habremos vuelto a enamorar. Qué ganas tengo…

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