
Cuando lleguĂ© a aquella tienda me encontrĂ© con algo que no esperaba. HabĂa una extraña mezcla de cajas metálicas, libros antiguos, y piezas sueltas colocados sobre estanterĂas enormes que llegaban hasta el techo.
En algunas cajas se podĂan ver etiquetas que decĂan quĂ© era cada cosa. Me hizo gracia, porque en una ponĂa “Honradez”, y supuse que la dueña de la tienda (a la que yo acudĂa por una pieza para mi bici) ponĂa ese tipo de nombres para acordarse de quĂ© habĂa dentro… cada uno tiene sus propias reglas mnemotĂ©cnicas, digo yo… AsĂ que me quedĂ© un rato mirando cajas y extrañas piezas, esperando que saliera la dueña, cuya voz habĂa escuchado al fondo, nada más entrar.
Supuse que sabĂa que yo estaba dentro porque en la puerta de acceso tenĂa una de esas campanillas que suenan al abrir o cerrar. EsperĂ© un rato. Alegaba al fondo, en lo que debĂa ser el almacĂ©n. EmpecĂ© a distinguir algunas de las frases.
– Le he dicho que no, señorita, no tenemos ese tipo de repuestos.
– ¡Pero si hace un año vine y me dieron la misma pieza!
– Lo siento, pero esas piezas son de edición limitada…
– Entonces… ¿no puede ayudarme?
– No. Tendrá que conformarse con la suya. Aún puede intentar arreglarla, si quiere. Pero yo no puedo ayudarla.
Las dos personas salieron del almacén. La joven salió cabizbaja, pero enseguida sacó su altivez (al verme) y salió del local toda erguida. Sonó la campanilla de la puerta.
La dueña del local salió y, al verme, sonrió.
– ¡Buenas!- Se agachĂł tras el mostrador y sacĂł una caja que tenĂa escondida. La colocĂł en un hueco de la estanterĂa. En la etiqueta ponĂa “Integridad”- La gente cree que puede andar reponiendo piezas toda la vida. Hay cosas que no se pueden solucionar cambiando piezas. Aunque otras, afortunadamente sĂ. Usted venĂa por algo muy concreto, Âżverdad?
– SĂ, mi bici…
– No, sus ojeras no mienten. Usted quiere una pieza de repuesto para su corazĂłn. Vamos a ver quĂ© tenemos por ahĂ…
(Publicado el 1 de abril de 2012 en Siempreenmedio)