– Papá, ÂżadĂłnde vamos cuando nos morimos?
De repente, el salĂłn de la casa quedĂł en silencio. Enrique tardĂł unos segundos en reaccionar, segundos en los que esto pasĂł por su cabeza: “Uff. A ver cĂłmo salgo yo de esta… A ver cĂłmo le explico a Carla que todos somos polvo de estrellas… SĂ, mejor empiezo por el principio”.
– Verás, Carla: hay cosas que sabemos y cosas que no sabemos. Y cosas que podemos explicar con relativa facilidad y otras que, para entenderlas, necesitas ser mayor y tener más herramientas, saber más cosas… ¡Como en una pirámide, que si no tienes las piedras de abajo no puedes seguir construyendo!
– Pero… Âżesto lo puedo entender?
– Pues voy a intentarlo, Âżvale?
– Vale.
– ÂżQuieres que te lo cuente ahora o despuĂ©s de darte la merienda?
– DespuĂ©s.
– Bien.
Enrique siguió preparando la merienda y llegó Débora a casa, soltando el bolso, los zapatos y el abrigo entre resoplidos.
– Hola, má.
– Hola, Carla. ÂżQuĂ© tal hoy en el cole?
– Bien. Pero se ha muerto Pitiyo. No entiendo muy bien quĂ© ha pasado.
Débora mira a Enrique y se guiñan un ojo.
– ÂżNo entiendes por quĂ© ha muerto?
– No entiendo quĂ© es la muerte. SĂ© que la gente que se muere ya no está. Que todo el mundo se queda triste. Pero nunca he visto quĂ© pasa cuando te mueres. AdĂłnde vas. Pitiyo estaba muy quieto y muy tieso. El profe lo ha cogido y nos ha explicado que ya era mayor y se lo ha llevado. ¡Pero si tenĂa solo tres años, ÂżcĂłmo va a ser mayor?! ¡Yo tengo cinco! ÂżEs que soy mayor? ÂżY adĂłnde se lo ha llevado?
Se notaba que Carla estaba enfadada y confundida.
– Bueno, Carla -dijo Enrique- vamos a merendar y te lo explicamos, Âżde acuerdo?
– Vale -respondiĂł la niña enfurruñada mientras empezaba a comerse la fruta.
– Mamá ya te ha contado otras veces que el universo empezĂł con una tremenda explosiĂłn.
– SĂ. ¡El CATACROQUER! –un trozo de plátano escapĂł de su boca- Uy, perdĂłn –dijo sonriendo mientras se volvĂa a meter el trozo en la boca-.
– Exacto, el Big Bang –afirmĂł DĂ©bora mientras abrĂa el yogur-. Bueno, pues a partir de ahĂ hay muchas cosas que sabemos. Entre ellas, que la mayorĂa de los elementos nacieron en el corazĂłn de las estrellas.
– ÂżLos elementos? –cuestiona Carla mientras coge la cuchara y ataca al yogur-.
– SĂ: el pan que comes, tus huesos, la plastilina, la ropa, el telĂ©fono, el aire, el agua… Todo eso naciĂł en el corazĂłn de una estrella.
– ÂżEn serio? –pregunta de nuevo Carla con la boca llena de yogur-.
– En serio. Y el yogur de tu boca tambiĂ©n. Gracias por el espectáculo. -Enrique hace una reverencia mientras DĂ©bora aplaude y le cierra la boquita a Carla, que está enseñando la plasta de yogur con la boca abierta.
– Uy, perdĂłn –Carla cierra la boca, sonrĂe y sigue comiendo-.
– Peeeeero… -continĂşa DĂ©bora- toda esa materia naciĂł en cachitos muy chiquititos, en cosas que se llaman átomos. Los átomos a veces se juntan y forman molĂ©culas. Son como piezas de puzle, pero estas piezas se pueden juntar, no solo con las piezas que tiene cerca, sino que se pueden combinar con un montĂłn de piezas diferentes.
– QuĂ© lĂo.
– ÂżNo lo entiendes?
– SĂ, pero debe ser un lĂo poder tener tantas formas de hacer un puzle. Yo a las piezas las llamaré… ¡pomplitas! ¡Las pomplitas del universo! –hace esta afirmaciĂłn quijotesca con el yogur en una mano y levantando la otra con la cuchara a modo de lanza-.
Enrique y DĂ©bora se rĂen con las ocurrencias de Carla, que lo rebautiza todo –algo que muy probablemente haya heredado de su madre-.
– Pues las pomplitas pueden acabar siendo casi cualquier cosa –intervino Enrique-: un gato, una piedra -va bailando por el salĂłn- una almohada, una persona, una gota de lluvia… -se acerca a la niña- ¡o una nariz!
Carla se rĂe mientras Enrique va a la cocina a por las tostadas y el queso.
– AsĂ que, querida niña –continĂşa DĂ©bora- eso es de lo que estamos hechos todas las personas y todas las cosas del mundo mundial: de los restos de las estrellas que murieron. Pero ojo, morir no significa desaparecer. Las pomplitas no desaparecen, simplemente se dividen, cambian, y adoptan otra forma.
– ÂżY Pitiyo? ÂżPor quĂ© se ha ido si solo tenĂa tres años?
Se hizo otro incĂłmodo silencio que rompiĂł Enrique, volviendo con las tostadas:
– Pitiyo es un hámster y los hámsters viven menos años que las personas. Ya era un anciano, asĂ que su organismo se cansĂł y muriĂł. Eso significa que desaparecerá como Pitiyo, pero que seguirá en el universo en forma de pomplitas.
– Pero entonces, ÂżquĂ© es morirse?
De nuevo, un pesado silencio…
– Amor mĂo –DĂ©bora se agacha a su lado-, morirse, para las personas y los Pitiyos con suerte, es terminar un ciclo. ¡Como el ciclo del agua, que te explicaron en el cole! El agua es siempre la misma, solo que pasa por sitios muy diferentes, puede ser vapor, lĂquido o hielo, puede estar en el mar, en rĂo o en una lágrima, pero siempre es la misma, Âżme entiendes?
– No.
– ÂżQuĂ© parte no entiendes?, pregunta Enrique.
– La de morirse. Entiendo que las pomplitas son siempre las mismas y que cambian de forma. Vienen de las estrellas, ahora están en la Tierra, y algĂşn dĂa estarán otra vez en el universo o en otro sitio. Pero sigo sin entender quĂ© es morirse.
– Cariño: morirse es cuando el puzle cambia de forma. Antes de nacer no estabas en el mundo en forma de Carla, pero eras materia, estabas en otras cosas. Luego, naciste. Se formĂł el puzle de Carla y… -la niña interrumpe a su madre-.
– Y algĂşn dĂa mi puzle se volverá plastilina o pan o una piedra.
– … pues sĂ. Es lo que ocurre con los seres vivos.
– Entonces… ÂżquĂ© es estar vivo para una persona?
– Estar vivo es pensar, jugar, querer, llorar… Estar vivo es darte cuenta de que estás triste porque Pitiyo ya no está.
Enrique se levanta y, para alegrar a la niña, vuelve a bailar por el salón, pero esta vez agarra a Débora y bailan juntos.
– Estar vivo es poder crecer. Es ir al cole. Saltar en el sofá. Estar vivo es cuando mamá le pisa un pie a papá bailando.
– ¡Oiga usted! ÂżQuiĂ©n pisa a quiĂ©n? –dice DĂ©bora mientras se suelta y agarra a Carla para hacerla bailar-.
– Vale, vale, lo retiro.
Enrique besa a Débora y los tres bailan alrededor de la barriga donde está el pequeño Teo, que aún no ha nacido.
– Entonces… -continĂşa Carla-, para una persona, morirse es volver a como estabas antes de poder pensar.
Los padres se quedan sorprendidos ante la profundidad de la reflexión. Al fin y al cabo, es de lo que se trata, del ser autoconsciente. Y siguen de pie, acariciando la barriga de Débora y los mofletes de Carla.
– En cierto modo, asĂ es –contesta DĂ©bora-.
– Vale, ¡ahora lo entiendo! –canta la niña mientras empieza a bailar por el salĂłn moviendo los brazos como en una histriĂłnica obra de teatro-. ¡DespuĂ©s del GRAN CATACROQUER las pomplitas empezaron a hacer puzles! Se hicieron estrellas, planetas, plastilina, coches, paraguas, árboles, Pitiyos, pan y niñas, y todos los seres vivos venĂan, y luego se iban.
Se quedĂł parada en mitad del salĂłn.
– Entonces, ÂżdĂłnde estaba Teo antes de estar en tu barriga?
– Uff… Eso es mucho más fácil de explicar. Pues resulta que papá tenĂa un montĂłn de pomplitas en forma de espermatozoide y mamá otro montĂłn en forma de Ăłvulo. Y eso sĂ que es montar un puzle, porque en cuanto se fusionan empiezan a multiplicarse…
– ÂżLas pomplitas?
– Más o menos, sĂ. Empiezan a multiplicarse ¡y a formar las partes de tu cuerpo!
– ÂżEn la barriga?
– Exacto, en la barriga. ÂżTe parece si te lo cuento mientras te bañas?
Enrique se dirige al cuarto de baño mientras agarra a Carla de la mano, que sigue haciendo preguntas mientras Débora se sienta en el sillón, con su barriga de ocho meses.
– Mamá, luego leemos un cuento –dice la niña girando la cabeza antes de desaparecer por el pasillo-.
– Vale, pero si vas a saltar sobre la cama, hazlo antes de que llegue yo.
– Vaaaale, que Teo se pone co-mo-lo-coooo. ¡Además, eso es vivir, Âżno?! ¡Saltar en la cama, cantar, comer caramelos!
– ¡Se-ño-ri-ta! Lo de comer caramelos ya lo iremos hablando.
DĂ©bora sigue en el salĂłn, sentada en el sillĂłn, escuchando la voz de Carla, que no se cansa de preguntar, y la de Enrique que, por muy raras o locas que sean sus preguntas, nunca deja de responder. Fuera aĂşn hace frĂo, aunque la primavera entrĂł hace un par de semanas. Por la ventana pueden verse unas ramas en flor. Eso, tambiĂ©n es vida.