Érase una vez que se era, como todas las cosas que existen y existirán, un piano que quiso volver a sentir vibrar todas sus cuerdas. El piano recordaba tantas cosas que ordenarlas era demasiado complicado… sĂłlo podĂa asociar los recuerdos con melodĂas. Entonces sĂ podĂa darles sentido y uniformidad. CĂłmo olvidar al joven pianista que habĂa llorado sobre sus teclas tocando a Bach despuĂ©s de que su amor lo abandonara… CĂłmo no recordar a la pequeña que aprendĂa a tocar en secreto, interpretando las canciones de los Beatles que escuchaba en casa de sus padres… CĂłmo no evocar tiernamente a la cantante de jazz enamorada en secreto del bailarĂn errante que solo sabĂa tocar piezas de Hancock… Nuestro piano habĂa recorrido tanto que le costaba conservar sus recuerdos…
La casa en la que vivĂa era oscura. Antes habĂa cambiado tantas veces de lugar que estar parado ahora no le importaba. SentĂa que necesitaba descansar y eso era lo que hacĂa. Una vez al mes, siempre por la tarde, la chica que vivĂa en la casa levantaba la tapa, cogĂa un pincel y un paño, y limpiaba cuidadosamente las teclas. Despacio, para que no sonaran. (más…)