Aquella tarde, sin saberlo, Don Quijote decidió cambiar el rumbo de la historia.
Se lanzarÃa hacia los gigantes a sabiendas de que acabarÃa molido a palos… o no. Se colocó la destartalada armadura, subió a su maltrecho Rocinante y, mirando a Sancho, sonrió con la confianza de aquel que sabe que tiene razón. Lo habÃa hecho en numerosas ocasiones y no podÃa defraudar a su nuevo lector.
Pero, por una vez, alguien, en algún recóndito rincón del mundo, leyendo por no se sabe cuál vez aquella breve pero intensa aventura del caballero de la triste figura enfrentándose a los molinos de viento, por una vez, digo, el lector, sorprendido, leerÃa una historia distinta.
La propia pluma de Cervantes, aliada con la tinta en un arranque de independencia, habÃa elegido otros caminos cuando se imprimió aquella versión, redactada en un mundo paralelo de fantasÃa: hoy el loco vencerÃa a los gigantes.
Y Sancho, perplejo, vio cómo Don Quijote se alejaba y divisó, no sin sorpresa, anchos brazos sobre enhiestas cabezas, gruesas piernas intentando aplastar al enjuto hidalgo en un lento y pesado caminar… Pero, inexplicablemente, no pudieron con él. (más…)